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LABORATORIOS DERMATOLÓGICOS DUCRAY
Un cuerpo que se transforma, de forma no siempre armoniosa, y un acné que se instala, alteran a menudo la imagen ideal que los adolescentes se hacen de ellos mismos. El joven es atenazado por el miedo a la mirada de los otros, miedo a ser juzgado, miedo al rechazo. Le gustaría ser amado y admirado, mientras que a él mismo le cuesta apreciar la imagen que le devuelve el espejo cada día. El joven cambia, muda. Ya no se reconoce. Françoise Dolto habla del complejo del bogavante, ¡hasta ese punto! Ya que, para crecer, un bogavante pierde su caparazón y, mientras fabrica uno nuevo, se encuentra « desnudo ». Su hijo atraviesa igualmente esta gran vulnerabilidad psíquica y corporal, por lo que sus medios de defensa son aún más vivos. Es igualmente un periodo en el que la construcción de sí mismo impone a menudo extirparse de la familia, incluso rechazarla. La protección familiar se hace agobiante. Es por eso que no siempre es fácil instaurar un diálogo con su adolescente y, aún menos, ¡darle consejos! En efecto, este periodo exacerba la sensibilidad y la irritabilidad. La vivencia de ciertas situaciones puede ser particularmente dolorosa para el joven, mientras que puede parecer banal a los ojos del adulto. Esta transición intensa donde se mezclan fuerza, coraje, sufrimiento, vergüenza, miedos, necesidad de gustar, de individualizarse… se explica de forma completamente racional por los cambios que se operan en el cerebro y por la explosión hormonal.
¿Le rechaza a usted? ¿Es agresivo y le habla mal? Tranquilícese, su adolescente no es ni un maleducado, ni está yendo por mal camino. Está atravesando un periodo normal de estrés y de oposición.
Si usted no puede cambiar sus sentimientos, dispone sin embargo de una carta: la del acompañamiento condescendiente y la escucha activa.
Le ha hablado de su acné y se ha cerrado en banda. ¿Qué hacer?
Aunque su adolescente le rechace, no se equivoque: le necesita.
No lo tome personalmente, no se lo tenga en cuenta. ¡Hace lo que puede con lo que siente! Lo más importante es concederle tiempo y favorecer un vínculo privilegiado.
Interésese por sus centros de interés: su música, sus juegos de vídeo, sus amigos, los “videastas” a los que sigue… Deje su teléfono, comparta tiempo de calidad jugando con él (¿no le gustan a usted los juegos de vídeo? Recuerde que le ha arrastrado a una exposición a la que él no tenía ninguna gana de ir. ¡Haga un esfuerzo!), vean juntos alguna serie de TV, escuche la música que le gusta a él...
Puede igualmente organizar citas semanales en las que cada uno elegirá, por turnos, lo que desea compartir con el otro: una comida, una exposición, un concierto, un one-man show… La risa será, además, su mejor aliado para tejer un vínculo relacional tranquilo y propicio para las confidencias.
¡Ayúdele a ocupar ese cuerpo que cambia! Favorezca las salidas deportivas. ¿Por qué no pedirle que le acompañe cada domingo para correr unos kilómetros?
O encontrar un desafío deportivo para realizarlo juntos y para lo que habrá que entrenarse previamente.
En efecto, aparte el desfogue que procura una sesión de deporte, esto aporta igualmente otra visión de sí mismo. El cuerpo se pone a prueba de forma diferente, se apacigua, se fortalece.
El joven puede incluso sentir un placer nuevo viviendo su cuerpo y no sufriéndolo.
El masaje puede igualmente permitir a su adolescente abordar una vivencia corporal agradable y reconfortante (pero haciéndolo por una persona del mismo sexo, a fin de no añadir malestar).
La adolescencia es el periodo propicio para sensaciones fuertes. El joven busca límites, emociones intensas pero elegidas. Es por esto que aparecen las conductas de riesgo.
Debe usted tener en cuenta esas necesidades, aportando al mismo tiempo límites simples y alegres: parques de atracciones, películas de terror, laser game… Navegue por este periodo para poner igualmente a prueba sus emociones y compartir momentos fuertes con su hijo. Él será feliz al ver que sale usted de su zona de confort por él. Se sentirá considerado.
Es probable que el acné de su adolescente le procure vergüenza y le empuje a aislarse. Puede sentirse sólo, sin atreverse a hablar de lo le ocurre y de lo que siente.
Háblele de su adolescencia. Esfuércese en recordar lo que usted sentía (los cambios corporales, el acné, el deseo del otro, las emociones, con sus altos y bajos...) y compártalo con él (sin juzgar lo que usted sentía en esa época ni banalizarlo). Abra el diálogo sobre el tema hablándole de usted. Deje que haga las preguntas que le preocupan compartiendo las vivencias de usted. Esto será un nuevo paso, importante, hacia una nueva relación y una mejor comunicación.
No olvide que esta travesía entre dos mundos rompe todos sus esquemas, crea un estrés latente y aviva la susceptibilidad y la reactividad. Si se aísla, es, en gran parte, para protegerse de todo lo que le agrede. Esto le es necesario. Tendrá usted que apañarse y aceptar con benevolencia esos momentos que, a ojos de usted, podrían parecerse al rechazo. ¡Recurra a sus citas semanales propuestas más arriba para mantener ese vínculo privilegiado!
Cuando la comunicación sea de nuevo posible y sienta usted un momento propicio para las conversaciones entre ustedes, propóngale acompañarle a ver a un dermatólogo. O dele su dirección si prefiere ir sólo.
En conclusión, lo habrá usted comprendido: su rol será, sobre todo, establecer un diálogo condescendiente, respetando sus silencios, sus secretos y, a veces su necesidad de aislamiento, poniendo de relieve discretamente los ámbitos que le gustan y que le valoran. Su adolescente necesita particularmente brillar en la mirada de los demás. Es ahí donde usted podrá poner una piedra en el edificio de esta gran construcción personal.
Para hacer frente a las pruebas del día a día, su adolescente aún le necesita. Es por eso que DUCRAY se compromete a su lado. Descubra en ducray.com nuestros consejos de expertos y una oferta de cuidados reconocida y prescrita por los dermatólogos.