El acné fulminante es la forma menos frecuente y más grave de acné. A diferencia de los otros tipos de acné, que son formas crónicas, el acné fulminante es una forma aguda de la enfermedad. El acné fulminante aparece de forma brutal, principalmente en los chicos durante la adolescencia.
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El acné fulminante se presenta en personas con o sin acné preexistente. Se puede desencadenar tomando ciertos medicamentos contra el acné, como los retinoides orales. Por eso, al principio del tratamiento es primordial mantener una vigilancia y aumentar gradualmente las dosis según la tolerancia del paciente.
El acné fulminante se caracteriza por la presencia de una gran cantidad de lesiones cutáneas, a menudo muy impresionantes, en la cara y el tronco: nódulos inflamatorios, lesiones ulceradas, necróticas y hemorrágicas.
Lo que distingue al acné fulminante es que va acompañado de signos generales, extracutáneos, mientras que en los otros tipos de acné los síntomas se presentan exclusivamente a nivel de la piel. Así pues, el paciente sufre de dolores musculares y articulares, fiebre, un deterioro global de su estado general y alteraciones en su equilibrio biológico.
El acné fulminante debe tratarse rápidamente en el hospital para evitar sus secuelas a nivel cutáneo (cicatrices) y extracutáneo (especialmente en las articulaciones). Hay que dejar de tomar cualquier medicamento que pueda ser el causante del acné fulminante. El tratamiento del acné fulminante se basa esencialmente en la cortisona sistémica seguida de los retinoides orales, inicialmente en dosis bajas. Es una terapia bastante paradójica teniendo en cuenta que la cortisona favorece los brotes de acné y que los retinoides orales favorecen el acné fulminante, pero son los tratamientos de predilección para combatir tanto la inflamación como las lesiones cutáneas y el riesgo de cicatrices.
Pieles con tendencia acneica
Piel grasa o con tendencia acneica
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