El acné es una enfermedad de la piel muy común entre los adolescentes, aunque también se presenta en los adultos e incluso en los bebés. El acné es una enfermedad crónica de la piel que suele desarrollarse durante varios años. Los brotes de granos se alternan con períodos más tranquilos, en función de la estación, de factores agravantes, de la aplicación de tratamientos con mayor o menor diligencia...
Los granos de acné son antiestéticos y las personas que tienen en la cara y/o el cuerpo suelen sufrir por ello. Además, hay muchos mitos sobre el acné, sus causas y sus tratamientos circulando por ahí. El objetivo de estos artículos es arrojar más claridad sobre el asunto y permitir que cada persona encuentre una solución adaptada a su tipo de acné.
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Mucho más que una simple enfermedad de la piel, el acné es una enfermedad del folículo pilosebáceo, una estructura que engloba el pelo y la glándula sebácea.
La glándula sebácea es la encargada de producir el sebo, una mezcla de lípidos esencial para proteger la piel contra las agresiones externas y garantizar su flexibilidad. El acné está regulado por dos principales factores, las hormonas por un lado, y las bacterias por otro:
Otras causas más comunes de acné son los antecedentes familiares, el uso de cosméticos comedogénicos, ciertos medicamentos y el estrés.
Las personas con acné tienen la piel grasa y reluciente, los poros dilatados y granos: puntos negros, puntos blancos y barrillos rojos.
El acné afecta principalmente a la cara, pero también puede aparecer en la frente, la espalda, la parte posterior del cuello y la parte delantera del tórax. El mayor riesgo de esta patología es la aparición de cicatrices, que pueden persistir hasta mucho después de la adolescencia.
Los distintos síntomas del acné hacen que la enfermedad sea particularmente perceptible; a veces resulta difícil soportar la mirada de los demás, sobre todo cuando las personas miran los granos creyendo que son contagiosos o se deben a una falta de higiene. ¡Pero esto no es cierto!
Dependiendo de la importancia de los distintos factores antes mencionados, el acné puede adoptar diversas formas:
La población afectada por los brotes de acné también es muy diversa:
Cuando se tiene acné, es importante consultar a su médico de cabecera o a un dermatólogo, el especialista de la piel. Dado que el acné es una enfermedad crónica, el uso de los diversos tratamientos disponibles para el acné suele preverse durante varios meses o años. Se puede recetar un tratamiento farmacológico para mejorar el estado de la piel y limitar la agravación del acné. En función del tipo de acné, la gravedad y otros criterios (duración, edad, etc.), podrá indicarse un tratamiento local, oral o combinado. El dermatólogo puede proponer otros tratamientos como el láser.
En ocasiones, la piel puede verse fragilizada por los distintos tratamientos: sequedad, rojeces, molestias... Estos efectos secundarios pueden contrarrestarse utilizando unos cuidados dermocosméticos hidratantes adaptados. Estos dermocosméticos contra el acné también pueden obtenerse con receta médica o a raíz del consejo del farmacéutico: cremas, mascarillas, lociones, sticks correctores…
Para acabar con el acné y limitar el riesgo de cicatrices, hay que armarse de paciencia y seguir bien las prescripciones y los consejos de los profesionales de la salud.
¿Qué se puede hacer cuando se sufre de acné? Hay que adoptar los buenos hábitos en cuanto aparecen los primeros brotes de granos:
En lo que respecta a la comida, no es necesario restringir ni eliminar ningún alimento en particular de la dieta: al contrario de lo que suele pensarse, ¡el embutido y el chocolate no provocan brotes de acné! A la espera de obtener más información en lo que respecta a los otros alimentos, especialmente los productos lácteos y los dulces, lo esencial es seguir una dieta equilibrada.