La psoriasis es una enfermedad frecuente de la piel que puede manifestarse a cualquier edad a través de una amplia variedad de síntomas cutáneos y extracutáneos. Tiene consecuencias tanto a nivel físico como psicológico: la forma en que nos ven los demás y nos vemos a nosotros mismos puede convertirse rápidamente en una carga insoportable. El propósito de este dossier temático es responder a todas las preguntas relacionadas con la psoriasis, acabar con determinados prejuicios y ayudarte a vivir mejor a diario.
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La psoriasis es una enfermedad inflamatoria crónica que suele presentarse bajo su forma cutánea: durante los brotes, el aspecto de la piel cambia y se cubre de placas. En función del tipo de psoriasis, las placas son más o menos extensas, completamente rojas o cubiertas por una gruesa capa blanquecina de escamas. Las placas de psoriasis resultan muy incómodas, las ganas de rascarse suelen ser intensas y ceder a este impulso no hace más que empeorar el brote.
La psoriasis es también una enfermedad extracutánea: antes, durante o después de la aparición de las primeras placas, pueden presentarse dolores articulares. El reumatismo psoriásico afecta a todo tipo de articulaciones como la columna vertebral, las rodillas o los dedos.
Sin embargo, al contrario de lo que muchos piensan, la psoriasis no afecta exclusivamente a los adultos. La enfermedad también puede manifestarse en los niños, en ocasiones desde muy pequeños. La psoriasis tampoco es una enfermedad contagiosa, es imposible “atrapar” la psoriasis estrechando la mano de un compañero de trabajo.
Se conocen algunas causas de la psoriasis, aunque no todas. Lo principal es entender bien lo que sucede a nivel de la piel. Los mecanismos microscópicos de la psoriasis involucran células inmunitarias y células cutáneas. Se trata de un proceso donde todo se acelera creando un estado inflamatorio que da lugar a las placas visibles y/o a episodios de dolor.
Los brotes de psoriasis se desencadenan o agravan por numerosos factores ambientales:
La psoriasis radica, entre otras cosas, en la presencia de genes de predisposición, lo que explica que haya una serie de casos familiares. ¡Pero la psoriasis no se hereda directamente! Lo que se heredan son los genes de los padres, que a través de ciertos factores ambientales pueden expresarse o no más tarde durante la vida.
La psoriasis es una enfermedad bien conocida por los dermatólogos. Es bastante fácil de reconocer porque los síntomas de la psoriasis suelen ser muy característicos.
La psoriasis en placas, la forma más común, se caracteriza por la presencia de placas rojas, bien delimitadas, cubiertas por gruesas tiras de piel muerta blanquecina denominadas escamas. Los picores asociados a las placas de psoriasis pueden ser intensos y es duro evitar rascarse.
Al hacerlo, se retira la capa de escamas dejando la placa roja al descubierto, y puede producirse un sangrado. Rascarse no hace más que ralentizar la cicatrización y la resolución del brote de psoriasis. Lo ideal es dejar que las escamas se desprendan y se caigan solas, pero, lógicamente, ¡a nadie le gusta despellejarse!
Fuera de los brotes de psoriasis, la piel suele ser seca, frágil y sensible: hay que tratarla con sumo cuidado.
La psoriasis aparece en ubicaciones muy diversas. La psoriasis en placas se extiende en las zonas de fricción como los codos, las rodillas, las piernas y la parte inferior de la espalda. El cuero cabelludo suele verse afectado.
Pero, ¿sabías que la psoriasis también puede afectar a zonas como la cara, las uñas, las palmas de las manos, las plantas de los pies o los genitales? Existen tantos tipos de psoriasis como de personas afectadas.
Cada caso es diferente y cada parte del cuerpo va asociada con distintos problemas: en caso de psoriasis del cuero cabelludo, es mejor evitar rascarse en público para no llamar la atención y provocar la caída de escamas antiestéticas sobre sus hombros; si se sufre de psoriasis de las uñas, lo suyo es usar zapatos cerrados y llevar las manos en los bolsillos...
Existe una amplia gama de tratamientos para la psoriasis, aunque todos tienen algo en común: se trata de tratamientos sintomáticos que suprimen los signos del brote sin impedir el desarrollo de una nueva crisis. Esto significa que todavía no existe un tratamiento definitivo para la psoriasis. El tratamiento se adapta a cada persona, dependiendo de sus antecedentes, la historia de su psoriasis, sus deseos y expectativas.
Las cremas suelen utilizarse como tratamiento de primera línea, especialmente las que se componen de corticoides y derivados de la vitamina D, y pueden resultar suficientes cuando la psoriasis no está muy extendida.
Cuando no dan resultado, pueden iniciarse otros tratamientos, por vía oral por ejemplo. Los casos más graves se tratan hoy día con bioterapia a base de inyecciones. La fototerapia y las curas termales siguen siendo una opción interesante para aliviar los brotes de psoriasis. Pero la investigación no acaba ahí: ¡cada año se desarrollan nuevos tratamientos!
Los tratamientos complementarios están ganando terreno y pueden representar una ayuda para las personas que sufren de psoriasis, aunque nunca deben sustituir al tratamiento básico recetado por el dermatólogo.
Cuando se tiene psoriasis, ¡de nada sirve querer cambiarlo todo en su vida! Sin embargo, sí que hay que seguir algunas normas básicas y de sentido común:
En caso de dificultades con el tratamiento o la psoriasis en general, hablar con sus seres queridos, el personal sanitario u otros pacientes ayuda a exteriorizar su angustia y a encontrar soluciones.