La psoriasis es una enfermedad compleja y multifactorial, basada en causas a la vez genéticas y ambientales. Han podido identificarse varios factores externos como desencadenantes y/o contribuyentes y entre los más citados se encuentran el alcohol y el tabaco. Cierto es que los estudios clínicos muestran que estos tóxicos contribuyen a mantener la inflamación en la psoriasis. En otras palabras, tanto la psoriasis y el alcohol como la psoriasis y el tabaco no hacen buenas migas.
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En cada consulta, se le puede pedir al dermatólogo que investigue los factores responsables de los brotes. Cuando surge la cuestión del consumo de alcohol y tabaco, no hay necesidad de mentirle, ¡al contrario! Vincular un brote a un factor en particular es un primer paso hacia una mejor comprensión y un mejor control de la enfermedad.
El consumo de alcohol y tabaco también puede considerarse una consecuencia de la psoriasis, ya que ayuda en cierto modo a vivir con la psoriasis, a hacer frente al estrés y el malestar que genera la enfermedad. Ponerse a beber o fumar permite pensar en otra cosa o incluso dejar de pensar en absoluto, olvidando que la enfermedad duele y que perturba el día a día.
Pero el consumo de alcohol y tabaco no es nunca anodino y puede convertirse rápidamente en una adicción. También puede interferir con los distintos tratamientos de la psoriasis y reducir su eficacia. El alcohol y el tabaco son sustancias nocivas para muchos órganos: el hígado, los pulmones, el corazón, el cerebro…
Ante este círculo vicioso que se crea entre la psoriasis y el alcohol y/o la psoriasis y el tabaco, solo hay una solución: ¡¡hablar de ello!! A su médico, a su entorno cercano, a una asociación de pacientes, para romper el aislamiento y expresar con palabras sus sentimientos sobre su adicción. Dejar de fumar o beber nunca es fácil, pero existen soluciones para cada caso.
Piel con tendencia psoriásica
Piel con tendencia a la psoriasis