Los signos clínicos característicos de la dermatitis seborreica (también conocida como seborrea) pueden en algunos casos parecerse a los del eczema y no siempre resulta fácil distinguirlos.
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La dermatitis atópica es principalmente una enfermedad infantil, que puede aparecer ya durante los primeros meses de vida. Afecta al 10% de los niños del mundo y muy pocas veces persiste durante la edad adulta. Por su parte, la dermatitis seborreica aparece con mayor frecuencia después de la pubertad y durante la edad adulta, y afecta al 3% de la población.
En el caso de la dermatitis atópica o el eczema de contacto, ambas patologías se caracterizan por un eritema seguido de vesículas (inflamación de la piel o ampolla cutánea llena de líquido). Cuando se rompen estas vesículas, se pueden apreciar unas costras amarillentas y grasas. Es precisamente durante esta fase cuando pueden confundirse las dos patologías.
La dermatitis atópica, de origen genético o alérgico, se manifiesta por una piel extremadamente seca, también conocida como xerosis, que genera molestias y picores. Al igual que la dermatitis seborreica, evoluciona por brotes, durante los cuales aparecen unas placas rojas que provocan más picor y se agravan si el paciente no logra resistirse a las ganas de rascarse.
Estas placas rojas o lesiones se extienden mucho más allá de las zonas seborreicas (ricas en sebo), que son los lugares típicos donde aparece la dermatitis seborreica.
La topografía de las lesiones (es decir, su ubicación), así como los antecedentes familiares y personales de atopia servirán para orientar el diagnóstico.
Sin embargo, el diagnóstico puede ser difícil de establecer cuando la dermatitis atópica persiste durante la edad adulta y afecta a la cabeza y el cuello.
¿Eczema o dermatitis seborreica? ¡No es fácil hacer la distinción! Por eso es esencial consultar a su médico de cabecera o a un dermatólogo para recibir el tratamiento adecuado.
Pieles irritadas y escamosas