El eczema o dermatitis atópica es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel. « Inflamatoria » porque la dermatitis atópica se caracteriza fundamentalmente por la aparición de placas rojas. « Crónica » porque cursa alternando entre fases activas, llamadas episodios o crisis, y fases de mayor calma, llamadas remisiones. Para conocer mejor esta enfermedad, puede representarse la evolución de la dermatitis atópica con una onda: en la parte superior de la onda, tenemos la crisis; en la parte inferior de la onda, encontramos la remisión. Durante una fase de calma, a veces no se manifiestan los síntomas, o lo hacen simplemente a través de una piel seca. Sin embargo, el eczema está ahí, no « en nuestra cabeza ».
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El eczema o dermatitis atópica se traduce en la aparición intermitente de erupciones no contagiosas en la piel. El eczema no es contagioso, aunque esto sea todavía una idea preconcebida y aún muy extendida, tanto en entornos escolares como profesionales. La dermatitis atópica es una enfermedad muy común, pero aún desconocida para el gran público. Y es que algunas personas piensan todavía que pueden contagiarse con un simple apretón de manos. ¡Nos corresponde a nosotros cambiar estas ideas equivocadas!
La dermatitis atópica es una enfermedad determinada genéticamente que presenta una doble anomalía:
El eczema atópico aparece a veces asociado a otros síntomas. Las personas con dermatitis atópica pueden desarrollar durante su vida cualquier síntoma asociado, denominado síndrome atópico: alergia alimentaria, asma, rinitis y conjuntivitis.
La dermatitis atópica es una enfermedad en toda regla que va más allá de las placas visibles: pruritos, trastornos del sueño, cambios en el hábitat y modo de vida, estrés de los padres, dificultades para aplicar el tratamiento…
El eczema de contacto es otra forma común de eczema, asociado o no a la dermatitis atópica. En el eczema de contacto, la reacción inflamatoria se localiza directamente en la zona de contacto entre la piel y la sustancia alergénica. Las sustancias implicadas son muy diversas, en ocasiones con origen en el entorno profesional, y son responsables de cambios de puesto e incluso de reorientaciones profesionales.
La dermatitis atópica afecta principalmente a niños de corta edad, pero muchos adultos también la padecen, a veces durante décadas. Algunos incluso han aprendido a « convivir con ello », otros buscan soluciones y no logran equilibrar su enfermedad.
Las formas más frecuentes en adultos son la dermatitis atópica -incluyendo la facial-, el eczema de contacto y el eczema crónico de las manos. Esta última forma se origina por una dermatitis atópica y/o un eczema de contacto, asociado a irritaciones reiteradas de la piel. El adulto que sufre eczema teme la mirada de los demás, llegando en algunos casos a aislarse en lugar de hacerle frente.
El eczema puede afectar a cualquier persona, incluyendo embarazadas. En la mayoría de los casos, la dermatitis atópica ya existía antes del embarazo y este agrava o empeora el estado de la piel.
La dermatitis atópica puede afectar a todo tipo de pieles, desde las más claras hasta las más oscuras. El eczema en la piel negra presenta algunas particularidades Algunos síntomas del eczema, como el enrojecimiento, son poco o nada visibles en la piel negra. Por el contrario, los trastornos de la pigmentación constituyen un verdadero problema para estos pacientes y aumentan su desconfianza en las cremas con cortisona. Si se aplican correctamente y siguiendo la receta del médico, las cremas a base de cortisona no representan ningún peligro y los trastornos de la pigmentación secundarios al eczema suelen ser transitorios.
El eczema o dermatitis atópica es más que una simple enfermedad de la piel, ya que su impacto en el día a día, la familia, el trabajo, el sueño, las relaciones sociales… es un hecho y no debe descuidarse.
Pero existen soluciones: si sufre de eczema, no dude en acudir a un dermatólogo para confirmar el diagnóstico y, a la vez, instaurar un tratamiento adecuado y mejorar el seguimiento de esta enfermedad crónica.