El lentigo es una forma particular de hiperpigmentación, estrechamente relacionada con el fenómeno del envejecimiento cutáneo y la exposición al sol. El lentigo también recibe a veces el nombre de lentigo solar, lentigo actínico, lentigo senil o “mancha de la edad”.
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Los lentigos son manchas oscuras que pueden presentarse en la piel, las uñas o las mucosas. La mayoría de las veces se trata de zonas expuestas al sol: la cara, el cuello, el escote, el dorso de las manos, los antebrazos, los hombros y la espalda.
Hay una forma particular de lesión precancerosa y luego cancerosa llamada lentigo maligno que puede asustar a algunas personas con lentigos. Sin embargo, la mayoría de los lentigos son completamente benignos: no son un síntoma de ninguna enfermedad en particular.
Eso sí, esto no quita que cualquier mancha pigmentaria deba controlarse periódicamente. De hecho, la aparición de una mancha oscura y/o su evolución a lo largo del tiempo puede ser un signo de cáncer de piel.
Los lentigos afectan tanto a las personas de piel clara como oscura, a hombres y a mujeres por igual, normalmente a partir de los 45 años, junto con otros signos de envejecimiento cutáneo, como las arrugas o la pérdida de firmeza.
Los lentigos son el resultado de la combinación del sol, principal causa de la hiperpigmentación, y del envejecimiento cutáneo, que también es uno de los destacados responsables de las manchas. También se habla de fotoenvejecimiento, esto es, un envejecimiento de la piel acelerado o agravado por la exposición al sol.
Los lentigos solares no se deben forzosamente a quemaduras solares. Basta con someterse a una exposición reiterada al sol.
La contaminación es probablemente un factor adicional que interviene en el desarrollo de los lentigos.
Para evitar la aparición de los lentigos, es esencial protegerse del sol.
A fin de tratar los lentigos que ya están presentes, conviene recurrir a cuidados dermocosméticos adaptados, o incluso consultar a un dermatólogo.
Hiperpigmentación
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